Mi silenciosa compañera
Aquí está ella, silenciosa y paciente, así la dejo de vez en cuando, cuando no es posible viajar juntos, cuando no es posible compartir en tan poco tiempo tanta distancia.
Otras veces en cambio me regala relajantes paseos por Donostia o me acerca rápidamente a dónde quiero, cruzando los carriles bici a velocidad constante o explorando callejuelas imposibles. Si me encuentro con amigos nos paramos y hablamos, mientras se mantiene fiel a mi lado. A veces incluso la dejo otra vez, con algo de miedo, encadenada a algún cariñoso árbol , con el que espero que pueda mantener alguna amable conversación. Si amenaza lluvia, busco cualquier techo posible, para que no se resfríe. En los días agobiantes, reflexionamos juntos, y su compañía me ayuda a despejar la cabeza y dejar atrás los malos momentos que a veces me da el trabajo. En estos días, viajamos ligeros por la ciudad, inagotables y ensimismados. Otros días en cambio compartimos sonrisas con otras bicicleteras y bicicleteros, días de lluvia en los que sólo los amantes de la bicicleta más temerarios y temerarias osamos salir a pasear. ¡Ja! … y los días soñadores, ¡soñamos con correr la Paris-Roubaix mientras cruzamos los adoquines de la parte vieja! De vez en cuando la limpio con mimo, la cuido y la arreglo, y con eso ella se da por satisfecha. Siempre espera amablemente, en cualquier lugar, silenciosa.
Y cuando vuelves por ella, ahí esta, esperándome siempre dispuesta, siempre silenciosa.